Muerte, miedo y realidad en tiempos de Pandemia

Todos los días nos enfrentamos a nuestros miedos.


Lo sé, lo sé, hay esperanza (!)



Siempre he creído ser una persona sin muchos temores, pero hoy -frente a lo que me va con relación a la COVID 19- comprendo lo frágil que pueden ser mis creencias.

De mi papá aprendí, de la familia paterna en especial, que la muerte es algo sin ningún misterio, que uno se muere cuando se muere, así, sin más. Que es algo natural a la vida misma. Y aunque lo sigo viendo de esa manera, hoy, en este 2020 y después de haber cumplido 50 años hace solo unos días (la edad es otro de los temas que jamás me han preocupado nada, o por lo menos muy poco), comprendo que la vida y la muerte no son en muchos casos preocupaciones desde lo individual, aunque uno viva o muera individualmente. La muerte, hoy, más que la vida, me preocupa -pocas cosas me quitan el sueño- por los otros muy muy cercanos, por mis padres.

Tiemblo cuando durante estos días de aislamiento preventivo, voluntario y obligatorio, tengo que bajar a la portería del conjunto por algún domicilio. Se alteran mis nervios de solo saber que en una o dos horas llegará el domicilio, al punto de casi hiperventilar. Pero no es porque tema contagiarme, sino por la posibilidad de contagiar a otro sin siquiera saber que posiblemente ya esté contagiado o me haya contagiado en ese instante de recibir cualquier cosa vital en la portería o de tener que entrar al ascensor donde posiblemente segundos antes haya estornudado alguien en él, dejando en el aire los gérmenes (que hoy -en potencia- son de todos). Porque temo ser vehículo de contagio para los que más amo en esta vida a pesar de tener un protocolo estricto para volver a entrar (al apartamento), en el que ellos deben encerrarse en su habitación antes de que yo abra la puerta de la calle y esperar a que haga todo el proceso de desinfección que dura no menos de media hora si el domicilio es pequeño.

Sé que hay que vivir, que vamos a tener que salir mañana y no solo a la portería sino a nuestros negocios, si aún los hay o a buscarnos un nuevo medio de sustento. Y tiemblo porque sé que tendré que salir más pronto que tarde. Y tiemblo por dos razones, la primera, mis padres, ponerlos en riesgo ahora que estoy en su casa es algo pavoroso y volver en este momento a vivir solo dejándolos a su suerte en medio de esta situación no es razonable, aunque seguramente tenga que ser. Y tiemblo porque recuerdo cuando era niño, adolescente y aún adulto, y sufría de asma. Y cuando dicen que el riego está en personas con algún tipo de prevalencia o preexistencia de alguna enfermedad o condición, y recuerdo que del asma dicen que está ahí latente, que nunca se va y entonces pierdo el aliento, siento que me falta el oxígeno porque cuando hablamos de la muerte y de que la aceptamos, no pensamos nunca en morir asfixiados sino dormidos, tranquilamente y sin dejar atrás a personas que te necesiten.

No todos tenemos ahorros. A lo sumo un apartamento en otra ciudad, como en mi caso, que igual si no termino de pagar no será más mío sino de Bancolombia, ese mismo banco que no me ha dado respuesta para intentar mantener a las personas a las que dábamos empleo en casa y en la empresa. Somos muy pequeños para el sistema. ¡Colombia Responde Para Todos no es más que un bello lema creado para vender un proyecto, incluso uno encomiable, pero no es real "para todos", tengo muchos conocidos en la misma situación y su banco no les da respuesta, solo para los que son grandes y pueden responder por los créditos, porque tienen patrimonio, los pequeños, no, nosotros vemos en la mayoría de los casos como pendemos de un hilo muy delgado, como todo se diluye. Y claro, hay esperanza, lo he escuchado muchas veces… Lo sé, lo sé, respondo, porque es lo que tenemos que responder para que no nos vean como negativos. Lo sé, lo sé...

Comentarios

Entradas populares