La violencia tiene infinidad de caras. A propósito de marzo, la mujer, la pareja.

Espero que les guste este collage que hice con imágenes de morguefile.com en pixlr.com
No deja de sorprenderme que en pleno 2013 haya mujeres que acepten una posición sumisa en la sociedad o peor aún en su familia. Sé que esta opinión tiene mucha tela de donde cortar y también sé por supuesto, y ese sería otro tema importante para abordar en otra ocasión, que hay naciones, pueblos, sociedades o círculos sociales, que mutilan literal y figuradamente a la mujer. Pero más allá de estos dolorosos casos, hoy quiero meterme en las arenas movedizas de las mujeres (y los hombres) que de una u otra manera aceptan su anulación con absurda abnegación, muchas con complicidad pasmosa.

Esta es una época en la que la mujer debe tomar un papel protagónico, tal vez no como una revancha de género, sino como un reto personal pues el papel de una persona en la vida no cobra importancia como el equívoco milenario en el que uno debe estar sobre el otro sino en lo que cada individuo puede hacer por sí mismo en el terreno de las habilidades que tiene para ubicarse en el mapa familiar, en el profesional o en el de la sociedad.

Es respetable que muchas mujeres crean que su presencia en la casa para la educación de los hijos es algo crucial, pero que esto suponga su anulación como parte de la familia, a la luz del machismo reinante, es francamente frustrante y muy preocupante, peor aún si haciéndolo cree que es natural o propio de este rol. El sacrificio en algunos casos vale, pero sacrificarse por machismo no tiene ningún mérito en la tierra ni en el reino de los cielos, ¡no lo tiene! Ningún dios moderno se meterá a reconocer y mucho menos premiar el sacrificio de alguien que aceptó anularse para que el otro ser humano reine cuando podrían compartir el trono juntos.

Ninguna mujer, ningún hombre, ningún ser humano debería estar por debajo de otro, no por lo menos en términos de relaciones voluntarias no contractuales. Noviazgo, matrimonio, convivencia o como quiera llamársele independiente de que haya un documento que certifique el tipo de asociación marital. Una relación debe ser respetuosa y el respeto enmarca muchas cosas, entre ellas, que quienes se queden en sus casas como parte de un acuerdo de educación para sus hijos o como empleados(as) domésticos(as) -que así deberían llamarse a las amas de casa- reciban una retribución, entiéndase salario, digna que les permita tener libertad económica y no depender de la voluntad de sus parejas. Si se queda uno de los dos en casa, se supone es porque el otro tiene los suficientes ingresos para que a su vez el otro no tenga que aportar económicamente al hogar y fue un acuerdo mútuo, libre, sin presión -ni siquiera indirecta- y lejos de consideraciones sociales, machistas o de género. Bien podría quedarse un hombre haciendo las labores domésticas, como empleado doméstico, esto no tiene nada que ver con el género.

La persona que se queda en una casa y no recibe retribución digna por su trabajo no es un(a) empleado(a) doméstico(a), no es ama(o) de casa, es, ni más ni menos, un(a) esclavo(a). Económicamente ¿qué pasa con la otra persona cuando el miembro dominante desaparece por alguna causa? ¿Qué tanta libertad tiene la pareja de adquirir productos para sí misma si no tiene entradas económicas? ¿Debe alguien depender de otro en una época como la actual en la que las parejas deben aportar a la economía familiar para suplir sus necesidades?

Busqué frases célebres a ver si alguna se acomodaba a lo que aquí opino, pero no encontré ninguna que se adecuara mucho así que hice mi propia frase no célebre: 

¡La violencia tiene infinidad de caras y aunque la mayoría no parecen violentas, lo son tanto como una guerra!

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